Cuando uno trabaja interiormente, porque verdaderamente lo siente así, porque esta demanda le nace de dentro, ha de saber que no es uno mismo quien en realidad inicia el trabajo sino que este trabajo nace o se origina en lo Superior.
Hay algo de arriba, hay este nivel espiritual -que podemos llamar Dios, o que podemos llamar el Yo superior, o simplemente nuestros niveles superiores (según el escalón que miremos)-, que está empujando para expresarse de un modo nuevo, de un modo más rico; y esta presión de arriba hacia abajo es lo que en nuestra mente se manifiesta como necesidad de trabajar, como necesidad de comprender algo nuevo o como necesidad de vivir de otra manera. Con eso quiero significar que el impulso inicial nos está viniendo desde arriba aunque nosotros creamos que es nuestro, y eso ocurre así porque nosotros solamente percibimos las cosas en sus efectos. Cuando yo noto que tengo ganas de algo, creo que estas ganas son mías porque las siento yo, y es muy natural que lo crea así; pero hemos de saber que todas las ganas que nos vienen de crecer nos vienen de algo que ya está crecido, nos vienen de algo que ya es grande y que nos está atrayendo para que nos abramos y podamos realizarnos en un sentido superior.
La raíz de nuestro trabajo no está en el yo sino que está en Dios, está en lo superior, en lo trascendente.
Significa que es Dios, que es esta Realidad superior la que está impulsando el trabajo y por lo tanto es de allí que estaremos recibiendo constantemente estímulos y dirección, a condición de que nosotros por nuestra parte aprendamos a estar en silencio, a escuchar interiormente, y también que cada vez que percibamos una indicación interior colaboremos con esta indicación. Y si yo colaboro, cumplo, obedezco la indicación, entonces esta voz, esta capacidad de percepción intuitiva de lo que conviene, de lo que es bueno, de lo que es adecuado para mí, va creciendo.
Realmente, uno nunca está solo en el trabajo interior. El verdadero gurú, el verdadero Maestro, nunca es nadie en concreto. Sólo hay un Maestro, sólo hay un gurú, y éste es Dios. Y todo lo demás son simplemente unas muletas transitorias que, lógicamente, sirven y han de utilizarse hasta que uno llegue a ser capaz de mantener el contacto directo, abierto, permanente y claro con la propia fuente. Nunca el trabajo interior quedará perturbado o retrasado por falta de ayuda exterior, por falta de maestro o de consejo.
Los consejos exteriores son necesarios en la medida en que uno no está preparado o no está educado para escuchar esa voz superior.
Cuando todavía puede confundir la voz superior con la voz de su subconsciente, con la voz de su imaginación, con la voz de sus deseos o la de sus temores, mientras hay esta confusión, es cuando el maestro externo es absolutamente necesario para ejercer una labor de discriminación. Pero el trabajo interior irá educando progresivamente para que uno vaya siendo capaz de emanciparse de las dependencias externas. Pero debe quedar claro que uno no debe desear la emancipación antes de hora por un deseo de independencia o de orgullo, porque puede serle fatal, puede retrasarle el trabajo. La persona nunca sufrirá retrasos en su trabajo si aprende a ser sencillo, sincero; pero en cuanto exista una sobrevaloración o una autosuficiencia irreal, entonces se corre el peligro de desviarse del camino verdadero.
Por el hecho de que la llamada al trabajo deriva de esta acción procedente de lo superior, por eso, tenemos ya asegurada para siempre la asistencia, el estímulo, la dirección.
En la evolución no se retrocede, en la evolución siempre se adelanta, aunque a veces un paso de adelanto puede representar un tiempo de acumulación de tensión interior para decidirse a dar el nuevo paso.
Por tanto, existirán períodos en los que aparentemente no se adelanta, pero no es que no se adelante sino que se trata de un período preparatorio en el que se están acumulando interiormente experiencias o tensiones que empujarán hacia el paso siguiente.
Lo único que impediría la evolución durante algún tiempo sería el que uno se mantuviera completamente aislado y encerrado en la idea de la propia suficiencia, desconectado de lo que es la fuente de energía de la vida y del conocimiento.
Cuando uno quiere ser sólo él mismo, sin querer abrirse -de una manera simple, con sencillez- a Dios (o a algo o alguien que sepa más que uno), cuando uno adopta esta actitud totalmente egocentrada, entonces uno mismo está cortándose las avenidas de suministro de energía y de orientación. Esto puede representarle una detención -no un retroceso pero sí una detención- que luego se traducirá en un movimiento brusco y quizá violento hacia adelante. Pero de momento representa un parón que se traducirá en dolor, pues todo lo que es negación del sentido evolutivo impide ver las cosas tal como son e impide vivir la dinámica del crecimiento, la dinámica de la vida, y eso se traduce siempre en dolor, en un grado u otro.
📖 Antonio Blay, El trabajo interior.
Ejercicio práctico de autoexpresión con música.
Antonio Blay guía este ejercicio, parte del curso "Niveles superiores de conciencia", en el que practicamos la escucha a nuestro interior y la autoexpresión a través de la danza.
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